LA FE QUE PERSEVERA

07.06.2021

Wilfredo Morales Acosta

16/02/2020  

Hace unos 10 años atrás una persona a la que admiro y respeto mucho me regaló un pequeño libro titulado: "Doscientas Anécdotas E Ilustraciones de D. L. Moody", una de ellas dice así:

En el Siglo 2º de nuestra era, llevaron a un cristiano ante un rey que quería que el hombre abandonara a Cristo y al cristianismo. El soberano le dijo:

- Si no abandonas tu fe, te voy a desterrar. El hombre, sonriendo, contestó:

- Su majestad no puede desterrarme de Cristo, que ha dicho: "Nunca te dejaré ni te abandonaré."

Entonces el rey, enojado, le dijo:

- Lo que haré es confiscar tus bienes y quitarte todo. El hombre respondió:

- Mis tesoros están en el cielo; usted no podrá tocarlos.

El rey se enojó aun más y dijo:

- Lo único que queda es matarte.

- Pero - dijo el hombre-, hace cuarenta años que estoy muerto. Morí con Cristo, y mi vida está escondida con Cristo en Dios, por lo que usted no podrá tocarla.

La fe es la esencia de la vida cristiana, y solo un creyente con una fe verdadera y perseverante, es capaz de responder así ante situaciones semejantes. Si alguien le preguntaran que es la fe ¿Cuál sería su respuesta? Hebreos 11: 1 nos dice: "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".

El mundo suele decir: "La fe es lo último que se pierde", Lo cual ejemplifica el tipo de fe que ofrece el mundo, es decir, una fe que en última instancia o según las circunstancias, se pierde. Por otro lado, tenemos la Palabra de Dios, enseñándonos que debemos perseverar en la fe y no perderla.

Unos, tienen su fe en el billete de la lotería que compran cada semana, otros en sus capacidades, su dinero, su salud, sus fuerzas, su inteligencia, sus conocimientos, sus títulos, en fin, existe un sin número de cosas en las que podemos tener fe, pero estará de acuerdo conmigo en que todas estas son efímeras, pasajeras. El trabajo, las fuerzas, la salud se acaban y  el dinero no lo puede comprar todo. Tu vida un día llegará a su final ¿De qué te habrá servido depositar tu fe en estas cosas, si tu alma se ha perdido?

Es posible que muchos digan, yo tengo fe en que cuando muera todo se habrá acabado, y descansaré en paz o simplemente ya no existiere mas. La cuestión es que da igual lo que tú y yo creamos, da igual si crees o no crees en Dios, en el cielo y en el infierno, estos, seguirán siendo reales y tu tendrás que enfrentarte a la verdad quieras o no, creas o no.

En Hebreos 11 encontramos una explicación de lo que es la fe, luego, toda una narración dándonos ejemplos de la vida que vivieron y viven los que poseen una fe verdadera: 

 "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos". 

La Fe es la esencia de la vida cristiana, y en Romanos 10:17 se nos dice, como se genera esta fe en nosotros. Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. La fe verdadera es la respuesta del ser humano al propósito Divino. Dios hace que nazca, crezca y madure la fe en nosotros por medio de oír el evangelio.

En Efesios 2: 8-9 se nos enseña que la fe es un don de Dios: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Jesús hace referencia en varias ocasiones a la poca fe a la fe perseverante, y entre otras, le vemos orando para que la fe de Pedro no falte, en unos de los momentos más importantes de la historia.

Por otro lado, nos encontramos con Judas Iscariote, el cual había depositado su fe en el dinero y no en Jesús. Judas se quitó la vida, porque su fe no era verdadera, y estaba depositada en lo material mientras que Pedro lloro amargamente, pero su fe no faltó por la misericordia de Dios.

No a todos los creyentes a los que le falta la fe terminan como Judas, muchos creyentes que una vez fueron fieles, pierden la fe cuando viene la prueba a sus vidas, y aunque sabemos que de los escogidos no se perderá ni uno, muchos de estos viven una vida en miseria espiritual, como sucedió a David Flood, el misionero sueco que respondió al llamado de Dios para predicar el evangelio en el Congo Belga en África, lo que hoy es Zaire.

David y su esposa Svea, junto otro matrimonio levantaron un campamento misionero en ese lugar, pero su estancia allí estuvo marcada por el hambre, la soledad y la enfermedad y les fue casi imposible tener contacto con los nativos. Se puede decir, que la única persona a la que se le predico el evangelio fu a un niño de la tribu, A veces no entendemos los caminos de Dios, y es importante tener presente que somos llamados a creer, no a entender. Svea, la esposa de David enfermó de Malaria y dio a luz una niña, una semana después la madre murió. Tristemente el misionero perdió su fe, entro en amargura frustrado y enojado con Dios porque había permitido todo esto y se marcho a Suecia con su hijo de dos años y entregó en adopción a la niña recién nacida a aquel otro matrimonio, los Erickson, que había ido con Él. Tres días después estos misioneros también murieron, y la niña fue entregada a otra pareja de misioneros Americanos. Después de 40 años la hija de David Flood que antes se llamaba Aina y ahora se llamaba Aggie, viajo a Suecia en busca de su padre biológico, y halló a un hombre de 73 años acostado en una cama, enfermo, amargado y rodeado de botellas de licor. La narración continua así:

"Aggie cayó a su lado llorando, "papá yo soy, la bebé que usted dejó atrás en África". Lágrimas se formaron en sus ojos y después de un silencio él contestó, "Yo nunca quise regalarla. No fui capaz de encargarme de usted y su hermano." Aggie contestó "está bien papá, Dios me cuidó bien." La cara de su padre oscureció. "Dios no cuidó de usted," dijo enojado. "El dañó nuestra familia entera. El nos llevó a África y entonces nos traicionó. Nada fue logrado en nuestro tiempo allí. ¡Fue una pérdida completa!".

Aggie explico a su padre que su madre no había muerto en vano, pues el evangelio había sido conocido en toda aquella zona a través de aquel niño a la que ella había predicado. Aggie oro por su padre, el se quebrantó y hubo arrepentimiento. Los últimos días de su vida, el misionero los pasó pintando escenas de África, y hablando el idioma de Zaire. Antes de llevarlo al cielo, Dios llevó a David a África otra vez, aunque dentro de su memoria.

Días después, en una conferencia, Agie y su esposo se acercaron al predicador llamado Ruhigita Ndagora y le preguntaron "¿Ud. conoció alguna vez a los misioneros David y Svea Flood?" "Si" contestó él, "Svea me llevó a conocer a Cristo Jesús como mi Salvador cuando yo solamente era un muchacho. Los Flood tenían una bebé, pero no sé qué pasó con ella". ¡Yo soy esa niña! ¡Yo soy Aina, la hija de David y Svea Flood!" El hermano Ndagora tomó las manos de Aggie en las suyas, la abrazó y comenzó a moverse suavemente de un lado a otro mientras las lágrimas corrieron por sus mejillas y mirándola, él dijo "¡Gracias por permitir la muerte de su madre para que nosotros tuviéramos vida!"

A veces hay mucho dolor en la vida del creyente, cuantas veces no hemos ido en oración a Dios reclamándole: Oh Señor, no entiendo porque has permitido esto. No obstante, algo siempre ha de estar presente ante nosotros: Es muy importante que no perdamos la fe en Dios y descansemos en sus promesas. Recuerda siempre: Dios es fiel y cuida de sus hijos aunque no entendamos su proceder. El profeta Isaías expresó:

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. (Isaías 55:8-11)

El testimonio de David Flood es un ejemplo de una fe que no persevera, sin embrago, hay muchos otros testimonios donde vemos la perseverancia de la fe y sus frutos. Este es el caso de John Paton, misionero en las Islas Nuevas Hebridas en el norte de Australia, un lugar externadamente peligros y conocido por sus tribus de caníbales. 

Muchos misioneros fueron testigos de las celebraciones y rituales de estas tribus, y dicen que la sangre humana corría por los ríos, haciendo imposible su consumo. Paton comenzó su obra misionera en un lugar y en situaciones muy difíciles, piense que solo mese después de su llegada, su esposa y su bebé murieron por la fiebre tropical, mientras que el durmió varios días sobre sus tumbas con el objetivo de que los caníbales no los desenterraran y se los comieran.

Se puede imaginar tal situación, Paton escribió: "Si no fuera por Jesús, y por la comunión que Él me dio, me hubiera vuelto loco y hubiera muerto junto a esa tumba solitaria" En medio de tanto dolor, Paton perseveró en la fe, y continúo con su trabajo misionero. Su vida estuvo en un constante peligro, y los nativos intentaban matarlo una y otra vez, pero nunca lo lograron. Muchos de estos caníbales conocieron el evangelio a través de Paton, incluidos el jefe de la tribu que varias veces intento acabar con su vida. Un Día Paton se acerco al jefe de la tribu y le pregunto, aquella noche que intentaron matarme prendiendo fuego a la casa en la que yo estaba ¿por qué terminaron huyendo y no lo hicieron? El jefe contesto asombrado, que había visto a muchos hombres haciendo guardia alrededor de la casa. Cientos de hombres grandes, con ropas brillantes y espadas desenvainadas en sus manos. El Salmo 91: 11 dice: Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos. ¿Qué otra explicación hay para entender este testimonio? Paton no entendió muchas de las cosas que les había sucedido, nunca vio a esos ángeles que le guardaba del peligro, de hecho supo de ellos mucho tiempo después. El solo se dedicó a creer y a obedecer.

¿Has orado por algo y la única respuesta a tus oraciones es el silencio de Dios? Créeme, no eres el único, Abraham, David, Daniel, Nehemías, Pablo y quizás el hermano que tiene a su lado también lo han experimentado. Hay muchas razones para el silencio o la demora de Dios a nuestras oraciones. La escena de la mujer cananea de Mateo 15: 21-28 nos da alguna una de estas razones Pues Dios quiere que nuestra fe sea fortalecida, que perseveremos ella y que pongamos solo en Él.

Sabes que muchos creyentes a diario ponen su fe en la fe.

Yo declaro, yo decreto, yo ordeno, la fe se ha convertido para ellos en una fórmula mágica.

¿Quiénes somos nosotros para dar órdenes a Dios? ¿Tiene usted algún merito (fuera de los de Jesús) para ir ante Dios y pedirle algo? Muchos creyentes al día de hoy creen que si, pero la mujer cananea de Mateo 15: 21 sabía que no los tenía. Y este es un buen comienzo para una fe perseverante.

La mujer cananea sabía cual era su condición. Era una pagana que ni siquiera pertenecía al pueblo de la promesa, su fe, por lo tanto, no estaba depositada en ningún merito, sino solamente en Jesús y persevera en ella de forma constante. Me gusta mucho como lo expresa Les Thompson:

La mujer cananea: "Esta muy consciente, además, de la importancia de las migajas de Dios. Aquí no busca ella justicia, está pidiendo gracia; no pide pan, se satisface con migajas. En su desesperación por su hija enferma, apela al amor grandioso de Dios. Es como si dijera: «Señor, no me quejo de que les des pan a otros, en cuanto a mí, con una pequeña migaja me basta». La fe de ella le ha llevado a reconocer que una migaja de Dios, un rayo de su luz divina, una pequeña indicación de su divino favor, es más que suficiente para satisfacer toda su necesidad.

Dios no responde a nuestras plegarias a base de lo que somos, ni de lo que hacemos. Él nos oye por lo que él es: un Dios de incomparable amor y piedad. Nos oye por la grandeza de sus promesas, por lo que nos ha prometido en su Palabra. [...]

Si fuera a contestar nuestras peticiones al instante de nosotros pedirle, fácilmente llegaríamos a pensar que nos oye por la belleza de nuestra plegaria, o quizás por la intensidad de nuestra oración, o por la cantidad de gente que conseguimos que se una a nuestra plegaria [...] Pronto nos engañaríamos, y basaríamos nuestras peticiones sobre aquellas cosas que hacemos nosotros para buscar su favor, o para agradarle, o para conseguir su asentimiento. Tal concepto es pagano, falso, indigno de Dios. Cuando así pensamos nos elevamos a nosotros mismos como si fuéramos los que podemos manipular a Dios. Tales conceptos achican a Dios y lo reducen a nivel humano. Repetimos: Dios nos oye únicamente por la grandeza de su propio nombre.

A lo largo de la vida cristiana, vamos a experimentar varias situaciones en cuanto a la fe. A veces veremos a Dios responder y actuar de inmediato a nuestras oraciones, y esto sucederá, cuando nuestras oraciones están en sintonía con la voluntad de Dios. En otras ocasiones no le veremos actuar, oraremos y no habrá respuesta alguna de parte de Dios. Esto sucede porque: pedimos mal, Porque hay pecado, Porque Dios no quiere que veamos en la oración una fórmula mágica o sucederá como al apóstol pablo, al cual Dios le respondió: Bástate mi gracia. Sea cual sea la situación, algo debe estar bien presente en nosotros, Él está ahí, Él vela por ti, Él no cambia, y nos dice. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)

Dios ha prometido y cumplirá, del mismo modo que nos pide que tengamos fe, que creamos en Él, con la misma humildad, sinceridad y confianza que un niño cree en sus padres terrenales. Ha pensado usted cómo ve la vida un niño, seguro que ya lo ha olvidado, pero usted y yo una vez fuimos niños.

Usted lleva a su hijo o hija de 4 años al zoológico y este termina fascinado con los elefantes, de pronto le dice: ¿Quieres que te regale uno para tu cumpleaños? Él no ha visto aun su elefante, no piensa ni siquiera donde meterán algo tan grande, pero saltará de alegría y contará cada día hasta que llegue su cumpleaños para ver a su elefante. Porque la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Sea cual sea la situación por la que estés pasando, persevera en la fe y no la pierdas. Recuerda, sin fe es imposible agradar a Dios. Comencé este mensaje con una ilustración de D. L Moody y quiero terminar con otra.

"Una hermosa niña de quince años se enfermó repentinamente, quedando casi ciega y paralizada. Un día escuchó al médico de cabecera, mientras le decía a sus padres: Pobre niña; por cierto que ha vivido ya sus mejores días.

- No, doctor - exclamó la enferma-, mis mejores días están todavía en el futuro. Son aquellos en los cuales he de contemplar al Rey en su hermosura. Esa es nuestra esperanza. No seremos aniquilados. Cristo resucitó de entre los muertos como garantía de que nosotros también resucitaremos. La resurrección es el gran antídoto contra el temor de la muerte. Nada puede reemplazarla. Las riquezas, el genio, los placeres mundanales, no nos pueden traer consuelo en la hora de nuestra muerte. El Cardenal Borgia exclamó al morir: - ¡En mi vida me he preparado para todo menos para la muerte y ahora, ay de mí, no me encuentro listo!

Comparemos estas palabras con las de uno de los primeros discípulos: "Estoy cansado. Quiero dormir. Buenas noches." Estaba seguro de despertar en una tierra mejor.

Wilfredo Morales Acosta 

Mensaje predicado en la Iglesia Bautista De Manresa 16/02/2020