JESÚS, EL ÚNICO CAMINO AL PADRE

05.06.2021

Wilfredo Morales Acosta

17/02/2016

Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma (Jeremías 6:16). Un tiempo después, el Señor Jesús declaró: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6).

La mentalidad posmoderna que hoy domina al mundo, sin embargo, afirma que hay multitud de caminaos para llegar a Dios. Lo cierto es que la verdad bíblica contradice toda religión y creencia de este mundo. «El cristianismo mismo es por ende la antítesis misma de casi todo lo que este mundo admira»[i]. El piadoso y conciso Mathew Henry, expresó:

Cuando el Señor se levanta para vengarse, no escapa pecador alguno de ninguna edad, rango o sexo. Fueron puestos en el mundo y se descarriaron totalmente por el amor al mundo. Si juzgamos el pecado conforme a la palabra de Dios, encontramos multitudes en cada posición y rango entregados a lo mismo. -Deben ser reconocidos como nuestros peores y más peligrosos enemigos los que nos halagan pecaminosamente. ¡Oh, que los hombres fueran sabios con sus almas! Preguntad por los caminos antiguos; el camino de la santidad y justicia siempre ha sido el camino que Dios ha admitido y bendecido. Preguntad por los caminos antiguos establecidos por la palabra escrita de Dios. Cuando hayáis encontrado el buen camino, seguidlo; encontraréis abundante recompensa al final de vuestro viaje. Pero si los hombres no obedecen la voz de Dios ni huyen a su Refugio, en el día del juicio se manifestará claramente que han sido destruidos porque rechazaron la palabra de Dios[ii].

Tristemente, los impíos no son los únicos que se constituyen enemigos de Dios y le hacen mentiroso al menospreciar y negar la enseñanza divina expresada en Juan 14: 6; pues este grave pecado, lo vemos también entre muchos de los más prominentes y populares creyentes evangélicos del presente. ¿Qué ganamos al intentar acomodar las verdades bíblicas para que sean aceptadas por un mundo caído y sincretista? No hay dudas, decir a un musulmán, a un budista, a un no creyente, a un hinduista o a cualquier miembro de cualquier otra religión o creencia contraria al cristianismo que es salvo y llegará al Padre si sigue con sinceridad y devoción en sus prácticas, es el acto más despreciable y carente de amor del que se pueda participar. Que Dios tenga misericordia de todos aquellos que tratan en vano de acomodar el mensaje bíblico para que sea aceptado por este mundo. Que Dios en su gracia les mueva al arrepentimiento y respondan con prontitud a su llamado. Después de todo, y como bien escribe MacArthur: «El cristianismo no es relevante en absoluto si es una simple opción entre una multitud de caminos posibles a Dios. La relevancia del evangelio siempre ha sido su exclusividad absoluta, la cual se resume en la verdad de que Cristo es el único que ha hecho expiación por el pecado y por lo tanto, solo Cristo puede suministrar reconciliación con Dios para aquellos que creen solo en Él»[iii].

"Este es el camino verdadero y único que lleva a la paz: la justificación por medio de Cristo. Tenga cuidado de que ninguno lo aparte de este camino y lo lleve a alguna de las doctrinas falsas de la Iglesia de Roma. ¡Ay, es sorprendente ver cómo esa Iglesia infeliz ha construido malamente una casa de error al lado de la casa de la verdad! Manténgase aferrado a la verdad de Dios con respecto a la justificación, y no sea engañado. No escuche nada que pueda oír acerca de otros mediadores y ayudantes para obtener paz. Recuerde que no hay otro mediador sino uno: Jesucristo; ningún purgatorio para los pecadores sino uno: la sangre de Cristo; ningún sacrificio por el pecado sino uno: el sacrificio hecho una vez en la cruz; ninguna obra que puede merecer nada fuera de la obra de Cristo, ningún sacerdote que  realmente puede absolver: sólo Cristo. Manténgase firme en esto, esté en guardia. No dé a otro la gloria que le corresponde a Cristo". 

J.C. Ryle (El Evangelio De La Gracia De Dios. p.138-139)