CAMINO DE TRIBULACIONES

10.01.2014

Wilfredo Morales Acosta

10/01/2014

«Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho. Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Así que, desde aquel día acordaron matarle. Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse. Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se preguntaban unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta? Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase, para que le prendiesen» (Juan 11:45-57).

La vida de Cristo estuvo marcada por situaciones difíciles y tribulaciones producto a tan despiadada y feroz persecución. Como escribiera Isaías: «Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto [...] Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca» (Isaías 53: 3;7).

Si bien es cierto que la tribulación no se apartó de Jesús por aquellos días, es cierto también que su vida estuvo marcada por un gozo inquebrantable, una inmensa paz y una asombrosa e incomparable confianza en su padre celestial. Del mismo modo, todos aquellos que hemos creído en él, no escaparemos a las tribulaciones y el anhelo divino es que así como Jesús, podamos confiar y descansar en el amoroso cuidado de Dios.

«Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8: 36-37).

Vivimos en un mundo convulso, el cual no puede ofrecernos seguridad de nada. Hoy tienes trabajo, pero mañana, ¿quién sabe? Hoy tienes salud, pero, ¿Quién la puede retener a su antojo? Hoy parece ser un día para descansar y pasarlo bien, pero en unos segundos todos puede cambiar.

Si preguntamos a las personas a nuestro alrededor, que es lo más quisieran en sus vidas, las respuestas serían, sin ninguna duda: salud y dinero. Pero difícilmente se encontrará a alguien que responda: lo que más yo deseo en mi vida es a Dios.

No está mal cuidar nuestra salud y sabemos que sin dinero no podemos vivir, pero, ¿por qué razón los seres humanos nos gastamos a diario en la adquisición de dinero y salud? La razón es que, en el fondo, lo que más anhelamos es tener seguridad y escapar de las tragedias. El problema es que al ir tras salud y dinero para tener seguridad, buscamos en el lugar equivocado, pues fuera de Dios la seguridad es un mito; no existe.

«¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (Santiago 4:13-15).

¡La vida es tan corta y somos tan débiles! Aún así, nos encontramos con personas que contratan guardaespaldas, compran armas y se fabrican cuartos blindados. Sin embargo, el día menos pensado entra un virus en sus cuerpos y a las pocas horas ya están celebrando sus entierros. Otros son atacados por la ansiedad, la depresión y aún cuando tienen todo lo indispensable para su seguridad, no pueden evitar que el enemigo les llene la cabeza con sus mentiras y terminan suicidándose.

¿Dónde estaba la seguridad por la que tanto lucharon? ¿Puede asegurar usted, que antes de leer el próximo párrafo seguirá con vida? ¿Qué seguridad puedes tener de que mañana, al salir de tu casa, no tendrás un accidente? ¿Puedes asegurar que la semana entrante no se detendrá su corazón? Fuera de Dios no hay seguridad. El salmista escribió algo con lo cual se pueden identificar todos aquellos que de un modo u otro se han dado cuenta de esta gran verdad.

«¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, Para contar todas tus obras« (Salmo 73: 25-28).

Muchos no creyentes, incluso cristianos, esperan que el mundo mejore, esperan paz y prosperidad, pero en la Biblia nada indica que eso sucederá en este mundo. Al contrario, lo que vemos es que a medida que el tiempo pase, habrán más conflictos, hambre y miseria, y los cristianos, no escapamos a ellos.

A veces nos va tan mal en la vida que hasta dudamos del amor de Dios. Incluso, hay ocasiones en las que nos ocurren cosas tan devastadoras que llegamos hasta cuestionar si en verdad Él tiene todo el control.

Los cristianos vivimos en este mundo convulso y no escapamos a las tragedias y adversidades, como quizás ya habrá experimentado. Por esa razón, surge el interrogante: ¿Puede un creyente vivir con seguridad y confianza en medio de un mundo que se despedaza continuamente? ¿Puede tener gozo, paz y contentamiento aun cuando todo a su alrededor se desmorona? La respuesta es, si. En romanos 8: 28: 39 Dios nos dice que él tiene el control de todo, y que en Él podemos vivir con seguridad porque todo lo que sucede a los que a Él le aman obra para bien.

«Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».

Es posible que hayas recibido una noticia o vivido una situación que te ha devastado por completo, si no es el caso, puedo decirte con toda seguridad que la esperes porque te sucederá ya sea en un futuro lejano o cercano. Cuando llegue el momento, no dudes de Dios, si Él lo permite, hay un propósito. Las aflicciones en la vida de los que le aman, son una expresión del amor divino hacia cada uno de sus hijos. Como experimento el salmista: «Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste» (Salmo 119:75).

¿Puede un creyente vivir con seguridad y confianza en medio de un mundo que se despedaza continuamente? ¿Puede tener gozo, paz y contentamiento aun cuando todo a su alrededor se desmorona? Sí, porque las cosas que a nosotros nos toman por sorpresa e intentan devastarnos, a Él no, pues ya sabía que eso sucedería y no permitirá que sea más fuerte de lo que podamos soportar. Cuando el permite que la aflicción nos visite, hay un propósito excelente, conformarnos a la imagen de su hijo Jesús.

Dios es tan fiel, tan justo y nos ama tanto, que no va a permitir que pequemos y nos salga bien. Él de un modo u otro va a llamar nuestra atención, y muchas veces usará la adversidad para lograrlo.

Jesús dijo a Pedro: «Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte (Lucas 22:31-32). Satanás continua hoy zarandeando a los cristianos, y el anhelo de Dios sigue siendo que nuestra fe no falte».

Una chica norcoreana dice en su testimonio que conoció el evangelio a través de su padre. Ellos se reunían a escondidas en sus casas y alababan a Dios moviendo solo los labios para no ser escuchados. Los cristianos en estos países son terriblemente perseguidos, y dijo que en muchas ocasiones su padre le decía: ―Hija, tienes que ser fuerte porque un día vendrán por tu padre y se lo llevarán por causa de su fe. Y así fue, un día se lo llevaron, ella pudo escapar hacia china con la ayuda de un pastor pero nunca más ha sabido de su padre. Piensa que estará en algún campo de concentración o quizás ya haya muerto.

Esto es lo que sucede en algunas partes de este mundo, mientras, muchos de los creyentes que gozan de libertad de culto, sueñan con prosperidad, éxito, comodidad y pierden el tiempo en envidias, chismes y contiendas. Deberíamos sentir vergüenza al ver la libertad que tenemos y como la desperdiciamos.

De estos cristianos que hoy sufren difícilmente escucharemos, a estos no los veremos en internet; ellos no llenaran estadios, ellos no recibirán aplausos, pero tampoco los necesitan, porque quien los tiene que ver ya los ve, Dios los ve.

«Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste» (Salmo 119:75).

Cuando estemos pasando por camino de tribulaciones, ya sea por enfermedades o persecución, miremos a nuestro enemigos como lo que son, sirvientes a nuestro favor, pues está obrando para conformarnos a la imagen de Jesús. No nos desesperemos, y aun cuando nos hagan derramar muchas lagrimas, que nuestra fe no falte, recordando y convencidos de que Él Señor tiene todo el control.

© 2015 Wilfredo Morales Acosta